Nos encontrábamos ambos en mi piso, que estaba tintado de un aire nostálgico y de pintura.
- Cuéntame. -susurró él con voz queda.- Cuéntame de cuando eras feliz y no tenías preocupaciones.
- ¿De cuando era feliz? -Murmuré, quebrándose las palabras.- ¿Te refieres a esos momentos en los que jugaba con muñecas?
Y me reí. Me reí con una falsa carcajada, y le besé dando fin a la conversación.
- Haces unas preguntas muy raras para habernos conocido anoche.
- Ya, si. Perdón, pero tengo que irme ya, lo he pasado muy bien y... tienes un piso precioso. Hasta luego.
Y se fue, dejándome sola de nuevo, con mis pensamientos.
- ¡Maldita sea! ¿Porque tenía que comentar eso? No necesitaba que me diesen en que pensar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Algún suspiro que dar?