Y Autumm se despide, ha decidido tomarse unas vacaciones indefinidas. Ha llegado a la conclusión de que no llegaba a ningún lado y prefiere quitarse de en medio.
Fue bonito mientras duro, piensa. Pero está harta de repetir siempre lo mismo, por eso se va. "No he quedado más que como una tonta" opina. "¡Si a él ni le ha conmovido!" maldice.
Sus maletas ya están listas, su casa envuelta en sábanas blancas. El taxi, esperándola.
Se monta en el taxi nostálgica, pensando en su próximo destino.
"Al aeropuerto", le dice al taxista, "pero espere, pase antes por la tienda de música a dos manzanas de aquí."
Se baja en la tienda, cargando el violín en la mano derecha, y su sombrero en la izquierda.
Entra en la tienda, con una sonrisa de disculpa:
"Hola, verá; ¿recuerda cuando me vendió este violín hará unas cinco semanas? Es que lo compré para ver si se me daba bien, si me ilusionaba... pero no ha hecho más que coger polvo, ¡ni lo he sacado de la funda! Lo usaba de excusa con mis amigas para irme sola al campo, a leer a la sombra de un manzano, el lugar es precioso... ¡Uy! Ya me voy por las ramas, disculpe. ¿Sería mucha molestia si lo devolviera?"
El vendedor se quedó encantado con la vitalidad de la chica, y con el magnetismo que desprendía, y no tuvo ningún reparo en aceptar el violín y devolverle su dinero.
Más tarde comprobó, que ella había dicho la verdad, ni siquiera lo había sacado de la funda, así que la joven nunca había tocado el violín. El vendedor no pudo hacer más que reírse ante la ocurrencia de la chica.
Autumm salió de la tienda satisfecha, se volvió a subir al taxi, el cual la llevaría al aeropuerto, rumbo a tierras diferentes.
Y al contemplar por la ventanilla, viendo difícilmente su ciudad natal, su hogar, entre las nubes, comenzó a sentir añoranza, y murmuró:
"Recuerda, no es un Adiós, sino un Hasta Siempre"
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